martes, 7 de septiembre de 2010

Hace tanto que no estás aquí...

Hace tanto que no estás... creo que dentro de unos meses son 7 los años en los que no juego al ajedrez contigo. No sé decirte a ciencia cierta, ni el año ni el mes; sólo se que llevabas poco tiempo en tu nueva casa, al lado de tu hija y de tus nietos... cuando más cerca te teníamos, terminaste más lejos que nunca.

Las cosas por aquí abajo han cambiado. ¿Sabes? Tu hija se va a casar. Ya no hay solterona de oro en la familia; ha encontrado a quién la "aguante". Estate tranquilo, es buen chaval. Tu nieta es casi una mujer ya; ya no es aquella niñita chiquitita que era cuando tu estabas. Mis padres han cambiado poco, o al menos eso creo. La abuela ha sido con diferencia la que más ha cambiado. Te echa mucho de menos y, ahora está pachucha. Anda renqueante del corazón también; aquel que se le rompió cuando nos dejaste...

Tu despedida fue muy dolorosa. Nos dejaste y te llevaste una parte de todos nosotros. ¿Por qué? En unas horas, nuestras vidas quedaron vacías. Ya no había ajedrez, ya no había ensalada, ya no había paseos por la tarde... ya no estabas tu. ¿Por qué te fuiste? Ya, se que es ley de vida. La puta ley de vida que hace que nada sea definitivo. Esa que dice que todo lo que comienza tiene un fin, ¿pero por qué te tocó tan pronto?

Son muchas las tardes en las que me encantaría salir de mi casa, llamar a la puerta y encontrarte en el sofá con tus crucigramas. Sentarme a tu lado, y escuchar una de tus batallitas, o jugar al ajedrez, o pasar más tiempo del que pasé contigo. Simplemente estar contigo.

Acomodarme en el sofá, y hablar contigo. Contarte que poco a poco voy superando metas. Superé ya la primaria, la E.S.O. y ahora el bachiller. En pocos días me toca enfrentarme a la selectividad, para poder llegar a mi sueño, el de ser periodista. Pero no estas para poder contarte todo. Contarte que ya hice mis pinitos en el periodismo. Ver como sonreías, o te enorgullecías de tu nieto. Pero se ve que no puedo. Que tengo que imaginarme como sería aquella situación, imaginarme la cara que pondrías y lo que me dirías.

Pienso que arriba, o donde sea, hay alguien que me quiere. ¿Qué por qué? Por aquel sábado que pasamos juntos. Aquel último sábado, en el que no me pude despedir bien de ti. No sabía que iba a pasar; y desaproveché esa mañana. Una mañana entera contigo, gracias a que el coche no arrancaba. ¿Casualidad? Puta casualidad que no me dio tiempo a despedirme de ti. De decirte tantas y tantas cosas. Que te quiero, que has sido muy importante para mi y para todos nosotros. Todavía recuerdo como estaba el bar en el que me invitaste a desayunar, o como era la habitación de aquel hospital en el que te estaban curando. Pero el momento del que más me acuerdo fue paseando por el puente de San Telmo. Me pediste que te desabrochara la camisa, que te asfixiabas.

Me hubiese encantado pedirte perdón por todas y cada una de las veces en las que te falté el respeto, o te contesté de mala manera. Sin embargo, tu no me decías nada. Tu seguías empeñado en enseñarme a jugar al ajedrez, o en enseñarme a ser mejor persona, o ayudarme con los deberes, o enseñarme a comer. Todavía recuerdo como pinchabas las patatas. Fue una anécdota curiosa. Como aquella en la que no pudiste terminar la partida de ajedrez conmigo, porque te dolía la cabeza, y me dijiste que había mejorado mucho. Desde entonces, no he vuelto a jugar al ajedrez. Quiero terminar esa partida contigo; ¿me esperas para terminarla algún día?


Se que nunca te lo dije, pero gracias por intentar hacer de mi un hombre de provecho. Fuiste para mí, como mi segundo padre...

TE QUIERO ABUELO

1 comentario:

Alberto Zeal dijo...

Creo que ya te lo dije la primera vez que leí este panegírico, pero, por si acaso, te lo repito: tus palabras son muy hermosas y honran de maravilla a la memoria de tu abuelo. Estoy convencido de que se siente muy orgulloso de ti.

Y no te culpes de nada. A mí me ocurrió algo parecido con mi abuelo y tb me culpé, pero luego me di cuenta de que tampoco podía prever lo que iba a ocurrir. Además, lo importante no era la despedida, sino la calidad del tiempo que caminásteis juntos.

Un abrazo.