sábado, 11 de septiembre de 2010

Vivencias de un entrenador (I)

Iremos contando las vivencias de un entrenador bastante singular... un entrenador sin par. Todo es ficticio y nada es real. Cualquier parecido con la realidad, es pura ficción. Ante vosotros, la primera entrega de "vivencias de un entrenador". Esperemos que os guste



Octubre de 2006. España se ha proclamado campeona del mundo de baloncesto, y tú, estas a un paso de dejar el baloncesto como jugador. Intentas estirar al máximo tus horas de baloncesto, pero no hay. No tienes hueco en el equipo de tu categoría (senior) y decides entrenar con el junior (total, tampoco le sacas tanta edad a los chavales) para mantenerte en forma. Si hay opciones, te gustaría entrenar. En un principio como segundo entrenador. Quieres aprender.


Un día recibes una llamada. Llevas varias semanas sin pasar por los entrenamientos, y ahora te llaman para ser entrenador. Empiezas en el equipo cadete. Un equipo cadete recién creado, con mucha ilusión, pero con poco baloncesto. Ninguno. Destaca 1, un alero. Acompañan algunos. Los demás… buenos aguadores.

Semanas y semanas de entrenamientos. Primero siendo tú el segundo entrenador, y luego compartiendo el puesto de primer y segundo entrenador con otro bebé de los banquillos. Entrenas más bien el plano individual. La técnica individual. Para ello recuerdas ejercicios de tu época como jugador. Intentas hacer memoria para mejorar al equipo. Mejorar su tiro, su bote y sus entradas.

Cuando se vislumbran algunos avances, empiezas a plantearte un poco la estructura del equipo. Tenías pensado poner un base. Bota bien con la derecha (sólo) y es algo débil físicamente. Pero es lo único que tienes. Para verlos a todos en competiciones, planteas un partido para ver cosas. Y buena idea se te ocurre. Tu alero titular pasa a ser un base potente. Y el base titular, pasará a ayudar desde el banco... reestructurando otra vez el equipo. Gracias chaval.

Vas borrando fechas. Tienes señalado en grande el día de tu primer partido. Llega EL partido. Tu primer partido. Por la mañana. No sabes bien si es el frío o son los nervios, pero algo te hace tener un tembleque raro en las piernas. Llegas y preparas todo. Cuando ves llegar al árbitro y a la mesa, te relajas un poco más: son amigos y ex compañeros de equipo. Pero tienen la misma experiencia que tú: 0.

El partido empieza, y tal como empieza termina. Poco o nada que hablar del partido. 32 puntos de diferencia entre unos y otros. Resulta gracioso ver que lo que tú piensas que tus jugadores ya saben, o deben saber, porque lo sabes tú y porque es el ABC del baloncesto, ellos ni lo conocen. ¿Triángulo defensivo? ¿Posiciones? ¿Fintas de recepción? Desesperación.

Sin embargo, lo mejor del partido llega en el banquillo. En pleno cabreo, ves como un chaval se levanta del banquillo. Es infantil (si, llevo a cadetes, pero hay varios infantiles). Tiene algo en la mano. Se acerca y pregunta: “¿Quieres un Donut?”. La cara debió hablar por sí sola. Él se sentó y no habló más en todo el partido.

Desde entonces, quedó terminantemente prohibido desayunar en el banquillo. Algo que nunca habrías hecho tú; pero que tus chavales lo hacían.

2 comentarios:

Alberto Zeal dijo...

Sólo puedo decir que olé los cojones que tuvo tu chaval de ofrecerte un donut en mitad del encuentro. ¡Jodido crack! XD

Unknown dijo...

Grande Selu, Grande. El colega del donut es un verdadero genio.

Espero ansioso más entregas.